miércoles, 6 de noviembre de 2013

Alla Scala.

No recuerdo el año exacto pero yo estaba en el instituto, así que sería por los años 83 u 84 que en la por entonces única televisión existente, y si no recuerdo mal los viernes por la noche, ponían una serie sobre la vida de Verdi.

No pretenderé decir que viene de entonces mi afición a la ópera  y a la música clásica en general, que fue bastante más tardía, pero sí me quedaron  en mi cabeza  algunos recuerdos como la imagen de la gran lámpara de La  Scala surgiendo del techo de la sala ( A partir del minuto 24:30. Me ha tocado rebuscarlo bastante porque  en mi vago recuerdo yo lo ubicaba durante los títulos de crédito iniciales)


Lejos estaba yo de imaginar entonces que un día había de asistir en persona a una representación en lugar tan mítico, sin duda el más famoso de los teatros de ópera del mundo.

Pues bien, transucurridos más o menos treinta años tal cosa sucedió el pasado domingo. Podría haber sido cualquier otro título porque la elección tuvo más que ver con disponibilidad de fechas para viajar que con otra cosa, pero quiso la fortuna que además fuera con una  de las más famosas óperas de Verdi, aunque lo cierto es que esta no se estrenó en Milán sino en El Cairo.


Conseguir  las entradas no fue fácil ni barato, la venta se abrió  un día a finales de Agosto y a primera hora ya estaba yo en la pagina de La Scala dándole a refrescar hasta que por fin se pudo entrar a comprar. No salieron muchas a la venta, unas pocas de las muy caras (252 €)  y muy poquitas de las de las galerías altas pero que tienen una visión más o menos frontal del escenario y algunas pocas más de segundas y terceras filas de los palcos con  visión muy limitada o nula.  Como había entrado pronto aún me dio tiempo a seleccionar dos de las que pretendía en las galerías pero al ir a hacer el pago resultó que mi ordenador necesitaba instalar y ejecutar "nosequé" complemento y cuando por fin lo hizo mis entradas, y en realidad todas excepto las carísimas, habían desaparecido. Gran desilusión y a esperar mejor ocasión. Afortunadamente transcurrida una media hora se me ocurrió volver a entrar  y vi que volvían a aparecer disponibles dos localidades juntas  en segunda y tercera fila de un palco lateral del  cuarto  piso con visibilidad bastante reducida  y casi 80 € pero... Era eso o nada.


Una vez compradas las entradas organizar el resto del viaje no fue demasiado complicado, vuelo con Easyjet que parecía más barato pero que como suele pasar con estas "lowcost" cuando lo vas a pagar resulta que entre pitos y flautas te ha subido un 25 ó 30% sobre el precio que se anuncia y un hotel, este sí bastante baratito, pero céntrico, unos 10 ó 15 minutos andando hasta la plaza del Duomo.

Sobre Milán no hay mucho que decir, seguro que no es la ciudad más bonita  ni más animada, ni tiene el clima más agradable de Italia. Salvo que te interese el fútbol, la ópera o ir de compras poco más hay que ver.

El Duomo, no se puede negar que es una catedral imponente y muy bonita, y a diferencia de la fea costumbre que se está imponiendo últimamente por aquí la visita al interior es gratis, subir al tejado o acceder a ciertas partes sí es de pago.




La galería Vittorio Emanuele II. De la cual, tanto ir y venir olvidamos hacer fotos

El castillo de los Sforza (la familia que gobernó la ciudad  en parte de los siglos XV y XVI)



Y alguna cosa más como la monumental Estación Central, típica obra de la arquitectura fascista.


Y luego tiendas, tiendas y más tiendas, diríase que la diversión fundamental de los milaneses y visitantes es ir de compras o al menos pasear entre las tiendas porque en muchas de ellas lo más que pueden hacer el común de los mortales es asomarse a los escaparates. Por cierto que como rústico que soy lo último que me faltaba que ver eran colas para entrar en una tienda y ya lo he visto. La cola que había en Abercrombie casi daba la vuelta la manzana, si era por el chulazo descamisado que había a la puerta haciéndose fotos con todo el mundo, mamás papás abuelos y niños incluídos, o por la ropa es cosa que no llego a discernir.

Y ahora por fin vamos con La Scala. Lo primero que hay que decir es que por fuera no parece gran cosa, tiene  menor presencia que el Real o incluso que el San Carlos de Lisboa que en realidad es mucho más pequeño. 

Se entra por unas puertas de madera bastante pequeñas y viejas pintadas de gris.


Luego hay una especie de pasillo bastante estrecho tras el cual se accede ya al vestíbulo.


En la planta superior hay otro salón (La foto es del lunes que estuvimos visitando el museo)

Y por fin la sala, esta sí grande e impresionante con sus siete pisos y 2800 localidades






Contrariamente a lo que yo pensaba los pasillos y los palcos no son  demasiado lujosos incluso hay cosas sorprendentes como el suelo de los palcos que es de unas losas de ladrillo bastante espartanas, por decirlo suavemente.

Subimos a curiosear por las galerías lo que aquí llamaríamos paraíso, o incluso más castizamente gallinero, y  están mucho más arregladas, totalmente reformadas y no hace demasiado tiempo. Por cierto que curiosamente y pese a que probablemente haya bastante mejor visibilidad que desde la mayoría de las localidades de los palcos los espectadores de estos están autorizados a subir a las galerías pero no al revés.

Entramos en en nuestro palco, localidades 4 y 5 dos taburetes en segunda y tercera fila respectivamente. Sentado en la mía que era la 5 se veía  exactamente esto.



Es decir prácticamente nada, en la localidad de Javier que estaba delante pero más a la derecha yo creo que menos aún porque el teatro mantiene su estructura original con paredes que cierran completamente los palcos hasta adelante, muy tradicional y muy privado pero muy incómodo, incluso un poco claustrofóbico. Dada la situación nos toco ver casi  toda la ópera a pie firme y aún así estirando el cuello veíamos como mucho medio escenario, en el último acto la persona que ocupaba la localidad nº tres se marchó a otro sitio y pudimos movernos un poco a la izquierda incluso pude echar un poco adelante mi taburete alto y ya sentado yo y Javier apoyado se veía quizá el 80% del escenario.


Y por fin, después de este largo preámbulo, vamos a  al asunto porque habíamos ido a Milán, a La Scala a ver Aída.



La producción es la ya histórica de Franco Zeffirelli de  1963  que se ha repuesto ya en varias ocasiones, no hay nada "moderno" ni minimalista ni la acción se traslada de tiempo o de lugar, los egipcios son egipcios y el decorado es cartón piedra fastuoso, el vesturario lujosísimo y el numero de figurantes apabullante, entre estos el cuerpo de baile, el coro y los solistas seguro que en algunos momentos había más de 300 personas sobre el escenario. Puede que para los que lleven muchos años viendo ópera en directo resulte ya visto pero para los que llevamos poco tiempo el ver, una producción "clásica" resulta muy atreyente.



Como en  mis fotos se ve poca cosa aquí se pueden ver algunas de la página de la Scala.


Respecto a la parte musical siempre suelo decir lo mismo, que carezco de conocimientos para dar una opinión más técnica,  pero en esta ocasión me atrevo a asegurar que la orquesta me sonó magnífica  y el coro espectacular, todo parecía sonar donde cuando y como debía. En conjunto los cantantes solistas también muy bien, especialmente en los principales papeles me gustó muchísimo Hui He, una voz potentísima, fue muy ovacionada. 

Nuestro paisano,el tinerfeño Jorge de León también estuvo estupendo, ovacionado en "Se quel guerrieri io fossi" y también al final. Para quien no lo sepa este tenor, que antes de cantante fue policía municipal en Laguna, hace tres años era prácticamente un desconocido en el mundo de la ópera, debutó ya el año pasado en la Scala en este mismo papel de Radamés, con éxito suficiente para que este año le hayan vuelto a llamar.

Y así termina el rollo, lo hemos pasado estupendamente y pese a la incomodidad la experiencia en la Scala ha merecido mucho, muchísimo, la pena.